Homilía para el Segundo Domingo del ciclo litúrgico A
15 enero 2017
Lectura: Is 49, 3.5-6
Evangelio: Jn 2,1-11 (del ciclo litúrgico C)
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Es más que un mero romanticismo navideño
el que en muchas iglesias permanezca aún el pesebre navideño semanas después de haberse llegado oficialmente al final del tiempo navideño.
El mensaje del ciclo festivo navideño
resplandece en la vida diaria del ciclo litúrgico.

Este es el núcleo del mensaje navideño:
“Ha aparecido la bondad y la filantropía de nuestro Dios.”
Manifestación del Señor:
En Su Encarnación en medio de nosotros y en los grandiosos signos de su vida humana se manifiesta la gloria de Dios.

El mensaje del ángel a los pastores de Bethlehem:
“Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres en la tierra.”
Manifestación de la gloria y de la filantropía de Dios.
La luz de la estrella que guía y orienta a los magos –
Manifestación de la gloria y de la filantropía de Dios.
El Espíritu de Dios y la voz del cielo sobre la escena del Bautismo en el Jordán –
Manifestación de la gloria y de la filantropía de Dios.

Pero ¿cómo y dónde sucede la manifestación de la gloria y de la filantropía de Dios hoy y en nuestra vida diaria?
Una respuesta a esta pregunta la da en primer lugar el Evangelio de las bodas de Caná
que desde los tiempos más antiguos perteneció
a la fiesta de la ‘Manifestación del Señor’:
Transformando el agua en vino en la situación de necesidad concreta de los asistentes a la boda,
‘hizo Su primer signo en Caná de Galilea y
manifestó Su gloria y Sus discípulos creyeron en Él.”

Para mí éste es un mensaje totalmente central de nuestra fe:
Jesús manifiesta Su gloria mediante un signo de Su filantropía, haciendo posible una alegre fiesta,
a pesar de la ‘`presentación catastrofista’:
“¡Señor, ya no tienen vino!”

En el seguimiento de Jesús no se trata sólo de una alegría espiritual, sino en primer lugar de una alegría totalmente ‘mundana’, incluso de una alegría ‘achispada’ en comunión festiva.
Con este segundo plano, Jesús contribuiría de forma constructiva eventualmente incluso al Carnaval de Colonia.

Me parece que esto es válido también hoy:
Donde nosotros como cristianos y como Iglesia de Jesucristo nos comprometemos con el servicio en la alegría despreocupada de los seres humanos,
allí puede ser experimentable la gloria y la filantropía de Dios para los seres humanos de nuestra época.

El Evangelio de Juan termina con la conclusión:
“Hay además otras muchas cosas (es decir, signos) que hizo Jesús.
Si se escribieran una por una, creo que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran.” (Jn 21,25).

* Recordemos como mínimo algunos de Sus ‘signos’ de la gloria y filantropía de Dios:
* recordemos los innumerables enfermos, impedidos y psíquicamente discapacitados que Él curó;
* recordemos los muchos marginados, socialmente aislados, marginados y despreciados por todos,
por los que Él se interesó y los colocó de nuevo en el centro de la sociedad:
* recordemos también niños vivarachos y alborotadores, a los que incluso Sus discípulos querían mantener alejados de Él-
Él no se lo permite, sino que los invita a acercarse,
“pues a las personas como ellos pertenece el Reino de Dios.” (Mc 10,14)

Sólo se tiene que profundizar un poco en los Evangelios para recibir una respuesta
de dónde hoy se pueden descubrir signos de la gloria y de la filantropía de Dios –
expresado de otra forma: donde el Reino de Dios hoy ya es experimentable y donde y como nosotros mismos podemos contribuir a ello.

Uno de las historias de curación de Jesús que yo quisiera poner de relieve es:
Ustedes conocen el relato de aquel paralítico,
al que sus amigos no podían llevar a Jesús,
porque estaba rodeado de una multitud impenetrable.
Destejaron el tejado donde Jesús estaba y deslizaron al paralítico con su camilla por la abertura.(Mc 2,4)
Jesús le dice a este paralítico, antes de curarle de su defecto: “¡Hijo mío, tus pecados te son perdonados!”

Más de uno de nosotros posiblemente puede con este perdón de los pecados comenzar tan poco, como los escribas de entonces.
¿No es ciertamente un ‘signo’ de la gloria y de la filantropía de Dios, que Jesús libere a este hombre de todo lo que le es impedimento amplia y enteramente – no sólo corporalmente sino probablemente más aún en su propio interior y sobre todo en sus relaciones?

Signo de la gloria y de la filantropía de Dios es también hoy todo lo que interna y externamente libera, lo que me permite, sencillamente sin preocupaciones para ser ‘Yo mismo’ en el círculo de ls personas que me aprecian.
Esto exactamente es lo que el Papa Francisco nos ha querido poner en el corazón con este completo “Año de la Misericordia”.
Necesitamos urgentemente para nuestra vida común como personas esta misericordia y sin olvidar la preparación para perdonarnos mutuamente.

Como un hilo rojo esta misericordia y el tema del perdón se muestran como signo de la gloria y de la filantropía de Dios por medio de la vida de Jesús.
Juan Bautista sitúa esta misericordia de Jesús en el punto central de su caracterización del Mesías, cuando se refiere a Él con las palabras:
“Ved al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.”

Descubran ustedes, por tanto, en este mundo y en nuestra propia vida día tras día los numerosos signos de la gloria y de la filantropía de Dios
y vivamos nuestra fe poniendo nosotros mismos continuamente tales signos.

Amén.
www.heribert-graab.de
www.vacarparacon-siderar.es