Homilía para el Domingo del Bautismo del Señor, ciclo litúrgico C
9 Enero 2022
Lectura: Is 40,1-5.9-11
 Evangelio: Lc 3,15-16.21-22
Autor: P. Heribert Grab S.J.
La fe de la temprana cristiandad
estaba marcada por la Resurrección de Jesús.
La Resurrección como victoria sobre todos los poderes
de la muerte
y con ello como núcleo del acontecimiento de salvación
fue celebrada no sólo en Pascua,
sino todos los domingos considerados como primer día de la semana.

Además muy pronto se celebró la aparición de Dios en este mundo.
Esta fiesta se unió sobre todo al Bautismo de Jesús y a la auto-manifestación de Dios:
Cuando Jesús es bautizado y mientras oraba,
“se abrió el cielo
y el Espíritu Santo descendió sobre Él en forma visible
de una paloma y una voz desde el cielo dijo:
Tú eres mi Hijo amado, en Ti he hallado todas mis complacencias.”

“Epifanía”, la aparición de Dios en nuestro mundo,
sobre todo es entendida y celebrada
como el “resplandor” de Su gloria
en el segundo plano de la experiencia de las oscuridades y tinieblas de la vida humana en todas las épocas y en todos los pueblos.
De esta forma se hallan aún otros textos de los Evangelios
para la fiesta de la Epifanía de Dios el 6 de enero.
Una antífona antigua del Magnificat cita tres acontecimientos festivos:
“Tres milagros santifican este día:
Hoy la estrella condujo a los Magos al Niño en el pesebre.
Hoy fue convertida el agua en vino en una boda.
Hoy fue bautizado Cristo en el Jordán, para salvarnos. Aleluya.”

Y en algunas iglesias de los primeros tiempos también
se celebró el 6 de enero el Nacimiento de Jesús como resplandor de la gloria de Dios.
También se trata del resplandor del esplendor de Dios:
“Cuando se le apareció el ángel del Señor a los pastores,
el resplandor del Señor los iluminó.
Se sentían muy temerosos, pero el ángel del Señor les dijo:
No temáis porque yo os anuncio una gran alegría,
que debe tocarle en suerte a todo el pueblo:
Hoy os ha nacido en la ciudad de David el Salvador;
Él es el Mesías, el Señor.”

La celebración de las bodas de Caná
hace una referencia a la aparición del Señor,
en primer lugar por medio del versículo señalado del Evangelio de Juan:
“Jesús hizo Su primer signo en Caná de Galilea,
y manifestó su gloria,
y Sus discípulos creyeron en Él.” (Jn 2,11)
Pero después señalaron teólogos de la Iglesia primera
las bodas de Caná como una referencia al enlace de la Iglesia con Cristo, el Señor.
Correspondiendo a esto se dice en una antífona del Benedictus:
“Hoy se celebró el enlace de la Iglesia con el novio celestial:
En el Jordán Cristo la purificó de sus pecados.
Los magos se apresuraron con  regalos para la boda real.
El agua se transformó en vino y alegró a los invitados. Aleluya.”

En nuestro tiempo diario – también en el tiempo posterior a la Navidad –
miremos finalmente de nuevo el Evangelio del Bautismo de Jesús:
En el instante del Bautismo en el Jordán
reposa el Espíritu de Dios sobre Jesús –evidentemente en todos-.
Este Espíritu de Dios Le conducirá también al desierto y después a Galilea, Jerusalem y el Gólgota.
Con la fuerza de este Espíritu, Jesús tomará sobre sí la Cruz y entregará Su vida “para la Vida del mundo”, por nosotros.

Exactamente este Espíritu de Dios se nos ha regalado también a nosotros en el Bautismo,
como Juan ha prometido:
“Él – Cristo os bautizará con el Espíritu  Santo y con Fuego.
Albert Schweitzer dijo una vez:
“Donde hay luz y alegría en los seres humanos
brillan por él.”
Como cristianos entendemos la luz y la alegría en los seres humanos como dones del Espíritu de Dios,
incluso como expresión del Espíritu de Dios,
que obra en nosotros.
Nosotros somos bautizados con Espíritu Santo y fuego,
de modo que el Espíritu de Dios como un Fuego claro resplandece fuera de nosotros
y como un Fuego cálido regala bienestar y seguridad.

Sería muy hermoso el que las personas de nuestro entorno pudieran percibir esta luz y este calor en nuestra proximidad.

Amén.
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