Homilía para el Domingo del Bautismo del Señor
10 Enero 2021
 Evangelio Marcos 1,7-11
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Complementando esta homilía merece la pena leer la
Homilía para el Bautismo del Señor 2015.
El misterio central de nuestra fe es familiar para nosotros
por la liturgia diaria:
“Señor, anunciamos tu muerte,
proclamamos tu Resurrección,
hasta que vuelvas en gloria”

Pero en estos días y semanas celebramos
un segundo misterio de la fe,
no menos significativo:
“La Palabra se ha hecho carne y ha habitado entre nosotros
y nosotros hemos visto Su gloria,
la gloria del Hijo único del Padre,
lleno de gracia y de verdad.” (Jn 1,14)

Navidad significa sobre todo la aparición de la gloria de Dios
en este mundo en medio de nosotros:
¡El propio Dios en Su gloria se ha hecho ser humano,
uno de nosotros!
Éste es verdaderamente el misterio navideño de la fe:
¡Aparición del Señor!
En la víspera de esta fiesta hemos orado con la siguiente antífona del Magnificat:
“Tres milagros santifican este día:
Hoy la estrella condujo a los magos al pesebre, en el que estaba el Niño..
Hoy fue convertida el agua en vino en la boda.
Hoy fue bautizado Cristo en el Jordán para nuestra salvación. Aleluya.

Estos tres textos del Evangelio y naturalmente el relato de Lucas del nacimiento de Jesús se consideraron en la antigua Cristiandad como textos decisivos, que expresan el misterio navideño de la fe.
Se pueden coordinar también estos textos de los cuatro evangelistas,
que, de diferente forma, anuncian el misterio de fe de la Encarnación de Dios, la aparición del Señor en medio de nosotros:

El relato más familiar para nosotros es naturalmente
el de la Navidad de Lucas rico en contrastes:
Dios ha nacido como un niño pequeño en un establo,
porque en la posada no había sitio para Él.
Un ángel anuncia a los pastores esa noche:
“No temáis porque hoy os ha nacido en la ciudad de David el Salvador. ¡Él es el Mesías, el Señor!
Y de repente estaba con el ángel una gran nube del cielo que alababa a Dios y decía:
“Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres de buena voluntad”
¡Aparición de la gloria de Dios!

Para la fiesta de la aparición del Señor como la celebramos hoy
hemos escuchado el Evangelio navideño según Mateo:
La historia de los tres magos de Oriente,
que han visto salir esta estrella luminosa
y en su luz reconocieron un signo de la gloria de Dios
y la siguieron para tributar homenaje al Señor con regalos.

Hoy, fiesta del Bautismo del Señor, hemos escuchado del evangelista Marcos el evangelio navideño más antiguo
de la Cristiandad, o mejor: el evangelio más antiguo de la aparición del Señor:
“Cuando Jesús (después del Bautismo) ascendió
del agua, vio que el cielo se abría y que el Espíritu en forma
de paloma descendía sobre Él.

Ahora falta aún el Evangelio de Juan y su anuncio de la aparición del Señor en medio de nosotros:
Juan expresa este mensaje en su relato de las bodas de Caná,
Precisamente un antiguo evangelio de este misterio de la fe,
que también hoy todavía se recita en el ámbito del tiempo festivo navideño.
Este texto del evangelio termina con una confesión de la gloria divina, que resplandece en Jesucristo:
”Jesús realizó Su primer signo en Caná de Galilea
y manifestó Su gloria
y Sus discípulos creyeron en Él.

Todavía un último pensamiento:
Dios se hace ser humano y manifiesta así Su gloria entre nosotros:
“Y la palabra se hizo carne y habitó entre nosotros
y nosotros hemos visto Su gloria,
la gloria del Hijo único del Padre,
lleno de gracia y de verdad…
De Su plenitud todos nosotros hemos recibido gracia sobre gracia. (Jn 1,14.16)

¡La Palabra se hizo carne – “Encarnación”!
Esta “Encarnación”, este entrar en nuestra corporeidad,
en nuestra materialidad, continua aún,
cada vez que celebramos la Cena de Jesús con Pan y Vino:
Él mismo entra en la materialidad del Pan y del Vino
aquí y hoy tan insignificante como entonces en el establo de Bethlehem;
y, sin embargo con la misma gloria, que los ángeles cantaron jubilosos.
Agucemos nuestro sentido de la fe para percibir esta gloria en el insignificante Pan.
Lo que después reconocemos en la fe,
intentemos presentirlo también con nuestros ojos corporales,
cuando el Señor se hace presente bajo el signo del Pan y le adoramos en una custodia configurada “señorialmente”.

Amén
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