Homilía para el Cuarto Domingo de Adviento, ciclo litúrgico “B”
20 Diciembre 2020 
Lectura: 2 Sam 7,1-5.8b-12.14a-16
Evangelio: Lc 1,26-38
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Al comienzo del auténtico tiempo importante
 de Adviento del 17 al 24 de diciembre,
se recita en la Iglesia como Evangelio
el árbol genealógico de Jesús de Nazareth,
por tanto el árbol genealógico del Dios encarnado.
Este texto casi a modo de letanía coloca a Jesús,
al que denominamos Cristo,
en un contexto de religión en general:
Su origen se atribuye a Abrham,
por tanto con una mirada actual al Padre de las tres grandes religiones mundiales: Judaísmo,  Cristianismo e Islam.
Expresado con exactitud Dios, mediante Su Encarnación, se incorpora a la total historia de la humanidad:
la Sagrada Escritura del Nuevo Testamento Le confiesa como el segundo “Adam”, como el ser humano (“Adam”) por antonomasia, en el que el ser humano llega a su total plenitud.
¡Dios se ha he hecho hombre en Jesucristo por todos los seres humanos (dicho bíblicamente) por todos los hijos de Adam!
Se hizo hermano de todos los seres humanos.
Él ha liberado a toda la humanidad para que sea verdaderamente humana.  
Navidad la fiesta de Su Nacimiento, es por tanto
con razón una fiesta de todos los seres humanos,
más allá de las fronteras del Cristianismo.

Naturalmente Jesús también está integrado – como todos nosotros- en todas las religiones y en todas las naciones que abarca la humanidad.
Está más bien –lo mismo que nosotros- integrado en una época muy concreta, en cuyo contexto histórico y no en último caso en el pueblo de Israel y en sus tradiciones religiosas.
Esto queda claro en Su árbol genealógico,
en el que nos son familiares muchos nombres de la Sagrada Escritura de Israel.
En su auténtica dimensión profunda la Lectura veterotestamentaria expresa esto en el cuarto domingo de Adviento.,
cómo Dios se ha introducido en Su Encarnación
precisamente en este pequeño pueblo de Israel,
que continuamente es señalado como “Su” pueblo, como el pueblo de Dios.

En las tradiciones religiosas y también políticas de este pueblo David es considerado el Rey elegido por Dios.
Con todas sus debilidades humanas aparece como la imagen primigenia del Rey “ideal” por antonomasia
y esto no tanto con vistas a su figura concreta históricamente sino más bien a consecuencia de su llamamiento divino y de su orientación fundamentalmente abarcante de la “ley de Dios”,
de las instrucciones para Su pueblo y para la humanidad en general.
Con este segundo plano  prometerá a David que su reinado tendrá continuidad eterna
y de su sexo procederá el Rey eternal, el “Ungido”, el Cristo de Dios.

Con este fondo Lucas entrelaza esta promesa:
Con este fondo es importante para Lucas señalar
que José, el prometido de María, procede de la casa de David.
Con este fondo se pueden comprender también las palabras del ángel:
“Este Jesús será grande y será llamado el Hijo del Altísimo.
Dios, el Señor, le dará el trono de su padre David.
Él reinará sobre la casa de Jacob en la eternidad
y Su reino no tendrá fin.”
Este Mesías-Rey reinará sobre un reino de paz.
Por eso celebramos la Navidad ciertamente como una fiesta de paz.
Como el ángel anunció a los pastores:
“Gloria a Dios en las alturas
y paz a los hombres de buena voluntad” (Lc 2,14)
Ciertamente preparamos hoy las Lectura prenavideñas:
¡No veamos, por favor, en las personas de otras culturas y religiones competidores, adversarios o incluso enemigos!
¡Reconozcamos más bien en ellos hermanos y hermanas en Jesucristo!
Si tomamos en serio los textos del día de hoy
debiéramos avergonzarnos sobre todo,
en vista de los hechos, que impulsaron un odio mortal a los judíos por los cristianos
y que precisamente reforzó de nuevo entre nosotros el antisemitismo.
Dejemos la costumbre de etiquetar a las personas en cajas y, por ejemplo, hablar de los judíos, de los turcos y de los musulmanes.
Renunciemos fundamentalmente a imágenes enemigas y descubramos lo primero de todo lo que nos une,
Todo lo que nos hace hermanas y hermanos.
¡Así podría también hoy ser Navidad!

Dejemos que nos diga hoy el Profeta Natan
que no debemos construir a nuestro Dios iglesias espléndidas.
A menudo estas iglesias espléndidas sirven más para la gloria de los seres humanos que para la más grande gloria de Dios.
Y con frecuencia la iglesia de una aldea compite con la iglesia de otra:
Nosotros tenemos la torre más alta, el equipamiento más espléndido….
Pensemos continuamente que todo lo que somos y tenemos es a fin de cuentas obra de Dios.
David era un sencillo pastor de ovejas;
lo que fue lo alcanzó por medio de Dios.
¡La “casa” también de toda nuestra vida es Su regalo para nosotros!
Él mismo ha nacido como ser humano en un establo, en un pesebre.
Él mismo estuvo siempre y está también hoy de parte de los pobres.
Por él son nuestros hermanas y hermanos.

Y todavía otra cosa: Jesús dice de sí mismo:
“Las zorras tienen sus cuevas y los pájaros sus nidos;
pero el Hijo del Hombre no tiene ningún lugar,
en el que pueda poner Su cabeza. (Mt 8,20)
Como Dios estuvo de viaje en el desierto con Su Pueblo
y tuvo su vivienda en una tienda siempre preparada para la marcha,
así estuvo Jesús durante Su vida pública de viaje permanentemente con los seres humanos y para los seres humanos.
Por eso el Segundo Concilio Vaticano no ve tampoco a la Iglesia como un espléndido templo
sino como imagen del Pueblo de Dios en camino.
Celebramos la Navidad con gratitud porque
El propio Dios se hizo ser humano para estar de camino con nosotros en esta época y en los desiertos de este mundo.

Amén.
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