Homilía para el Segundo Domingo
Después de Navidad
3 Enero 2021
Evangelio: Jn 1,1-5.9-14
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Imagen: Marc Chagall  “Tu palabra es lámpara para mis pasos”, Sankt Stephan, Mainz.
(En gran parte idéntica a la homilía para el día de Navidad de 2011).


Probablemente ninguno de ustedes enviaría esta postal de Marc Chagall como felicitación navideña.
Naturalmente el judío Marc Chagall trata sobre todo de temas veterotestamentarios.    
Por eso también se halla en este detalle de una de las magníficas ventanas de St. Stephan en Mainz la palabra de un Salmo en el fondo:
“Tu Palabra es lámpara para mis pasos,
luz para mis senderos.” (Salmo 119,105)

Pero yo veo en esta imagen una de las más hermosas imágenes navideñas;
una sugestiva imagen del Evangelio del primer día de Navidad,
que hoy, el segundo domingo después de Navidad, hemos escuchado otra vez:
El Evangelio de la Palabra de Dios encarnada.  

Los invito a ustedes a contemplar un poco conmigo esta imagen a la luz del Evangelio.
Comencemos por la parte inferior derecha con un detalle aparentemente carente de significado:
Un pequeño barco de vela lucha con las olas en mar abierto e intenta mantener el rumbo.
Nubes obscuras sobre el navío son amenazadoras.
Este pequeño navío nos representa a nosotros,  a nuestros pequeños navíos existenciales.
Nos dice:
¡El mensaje de toda la imagen nos concierne!
O también:
¡El Evangelio de este domingo navideño
tiene algo que ver con nosotros y con nuestra vida! 

El mensaje es anunciado por un ángel:
Por medio de él desciende, por así decirlo la Luz divina desde el cielo en todas las obscuridades de nuestra vida.
¿Qué apaga la fuerza luminosa de este ángel?

Marc Chagall opina que esta fuerza luminosa viene del libro de la Sabiduría de Dios,
que el ángel lleva en las manos y nos la ofrece a nosotros.
‘Sabiduría de Dios’- que es mucho más que Ley de Dios;
esto es Su Palabra, en la que Él mismo se halla presente.
Cuando incluso nosotros los seres humanos escuchamos palabras aquí y allí,
en las que comunicamos no sólo algo de nosotros,
si no a nosotros mismos,
cuanto más vale esto de Dios:
¡Su Palabra es ‘Dios de Dios’, ‘Luz de Luz’,
‘Dios verdadero de Dios verdadero’!
Lo hemos escuchado en el Evangelio y
así lo confesamos cada vez que pronunciamos
la gran confesión de fe.

Escuchemos otra vez el núcleo del Evangelio:
“En el principio existía la Palabra,
y la Palabra estaba en Dios
y la Palabra era Dios.
En Él estaba la vida
y la vida era la Luz de los seres humanos
y la Luz alumbra en las tinieblas.”

Ciertamente esto lo ha entendido Marc Chagall –
aunque no tenga ante la vista el prólogo del Evangelio de Juan,
sino el maravilloso versículo del Salmo 119:
“Tu Palabra es lámpara para mis pies
y una luz en mi camino.”

Por eso coloca este supergrande candelabro, --el ‘Memora’ del Templo salomónico- ante sí, es decir, ante este ser humano que está sentado en la playa del océano y abstraído en un libro, naturalmente en el libro de la Palabra de Dios.

El candelabro ante él simboliza la singular fuerza de la luz de la Palabra de Dios:
El faro indispensable para el ‘navío de la vida’.
Lámpara también para nuestros pasos
y Luz para todos nuestros caminos.

Naturalmente Marc Chagall trae también a la memoria todos los otros versículos de este Salmo sobre la Palabra de Dios:
Por ejemplo: “¡Concéntrame en Tu Palabra!” (Sal 119,28)
O: “¡Vivifícame mediante Tu Palabra!” (Sal 119,25)
y: “¡Abre mis ojos para la maravilla de Tu Sabiduría!” (Sal 119,18)

Pero Marc Chagall naturalmente conoce también el versículo:
“El ser humano no vive sólo del pan,
sino de toda palabra
que viene de la boca de Dios.” (Dtn 8,3)

Y nosotros podemos celebrar hoy con toda alegría,
que la Palabra de Dios, Dios mismo se ha hecho ser humano, es uno de nosotros, que está totalmente en nuestra cercanía,
al que podemos comprender,
en el que podemos confiar.

¡Palabra de Dios –encarnada-
valioso regalo del Amor de Dios!
¡Causa de toda nuestra alegría,
fundamento de nuestra esperanza,
plenitud de la salvación!

Ciertamente motivo suficiente
para decirnos unos a otros en estos días:
¡Alegre Navidad!
Amén.
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