Homilía para el Domingo Segundo
de Adviento “A”

8 Diciembre 2019
Lectura: Is 11,1-10
Autor: P. Heribert Graab S.J.
Lo que sucedió una vez
cuando de este vetusto tocón de Jesé,
salió un brote joven, el Mesías prometido,
que describe Isaías con bellas imágenes oníricas.
Pongamos estas imágenes de nuevo ante los ojos.
Confiemos en estas imágenes de la no violencia y
de la paz;
confiemos en que el Reino de paz de Dios llegue verdaderamente:

“Entonces habitará el lobo con el cordero,
la pantera yacerá con el cabrito.
el novillo y el león pacerán juntos,
un muchacho pequeño los pastoreará.
Vaca y osa se harán amigas,
sus crías se tumbarán juntas.
El león comerá paja con el buey.
El niño jugará con la hura del áspid,
el niño meterá la mano en el escondrijo
de la serpiente.”

Silencio

En Jesús de Nazaret reconocemos como cristianos
aquel vástago, el joven brote de la raíz de Jesé.
Jesús llena ahora estas maravillosas imágenes
de la no violencia y de la paz con contenidos concretos.
Al comienzo, Él anuncia, como concepto fundamental de Su mensaje, es decir, como
“ley fundamental” del Reino de Dios por Él anunciado:

Dichosos los que no usan la violencia,
porque de ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que construyen la paz,
porque serán llamados hijos de Dios.
Dichosos los que son perseguidos por amor
a la justicia,
porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Dichosos seréis cuando os injurien y os persigan
y digan contra vosotros toda clase de calumnias
por causa mía. (Mt 5,5.9-11)

Todos ustedes conocen estas “bienaventuranzas”;
pero ¿de verdad juegan un papel en su vida, en su cotidianeidad?

Silencio

Igualmente por el Sermón de la Montaña de Jesús,
ustedes conocen esto:
Habéis oído que se dijo:
Ojo por ojo y diente por diente.
Pero Yo os digo:
No hagáis frente al que os hace mal; al contrario,
a quien te abofetea en la mejilla derecha,
preséntale también la otra.
Al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica,
dale también el manto. (Mt 5,38-40)

Silencio

¿No es esto una locura?
¡Lleva la contraria a la lógica del instinto de conservación, a todo sentido común!
Jesús cambia conscientemente de sitio los límites,
Él reclama metas de locura, claras y tajantes.
Así soluciona Él endurecimientos, anquilosamientos.
Intervención paradójica, esto es una precisa intervención por sorpresa,
que hace saltar rígidas esperanzas y posibilita
una nueva vida.

Silencio

El propio Jesús vive lo que anuncia:

Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalem y envió por delante a unos mensajeros, que fueron a una aldea
de Samaria para prepararle alojamiento,
pero no quisieron recibirlo porque se dirigía a Jerusalem.
Al ver esto los discípulos Santiago y Juan dijeron:
Señor ¿quieres que mandemos fuego del cielo y los consuma?
Pero Jesús, volviéndose hacia ellos, los reprendió.
Y se marcharon juntos a otra aldea. (Lc 9,52-56)

¿Les suceden a ustedes situaciones en su vida cotidiana, en las que perciben el deseo
como Santiago y Juan de querer que llueva
“fuego del cielo”?
Pero sobre todo, Jesús recorre el camino de
Su Pasión desde el principio “sin violencia”.

En la detención de Jesús “uno de los acompañantes de Jesús sacó su espada y, dando un golpe al criado del Sumo Sacerdote, le cortó una oreja.
Jesús le dijo: Guarda tu espada, que todos los que empuñan la espada, perecerán a espada.
(Mt 26,51 s)

Sabemos más que todas las generaciones anteriores a nosotros, que no sólo los que empuñan armas mueren por medio de las armas, sino sobre todo innumerables personas y especialmente inocentes y niños, mujeres y ancianos.

Ya en una disputa privada sucede que
una palabra cortante trae la siguiente.
La disputa entra en una escalada.
¡También tenemos que “des-armar” nuestra lengua!
Sólo así la paz tiene una posibilidad de beneficio ¡para todos y no para el propio provecho!

Silencio

Ciertamente esto ya lo hubiera predicho Zacarías antes del Nacimiento de Jesús:
Por el misericordioso amor de nuestro Dios
nos visitará el sol que sale de lo alto
para iluminar a todos los que viven en tinieblas
y en sombras de muerte,
para dirigir nuestros pasos por el camino de la paz. (Lc 1,78 s)

Amén
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