Espiritualidad
en la Vida Diaria


No es necesario retirarse a ningún monasterio para cultivar también la fe en los días de trabajo. Ciertamente cada vez más personas buscan en la vida diaria estímulos que den sentido, signos y rituales. Ciertamente en la tradición de la Iglesia católica se halla un tesoro en toda regla de tales ayudas para experimentar la propia vida diaria no como fatigosamente monótona sino como plena y alegre.

Una fe vivida en la vida diaria puede hacer transparente la a veces triste realidad por la “bendición” que se halla en todo y agudizar nuestra vista para el mundo salvado por Cristo también en la vida diaria. Las fiestas del año litúrgico, pero “pequeños” símbolos y rituales diarios también pueden abrirnos los ojos e interpretar nuestras experiencias.

El curso del día y de la noche, del dormir y del despertar marca límites temporales en el ritmo de la vida configurada activamente y del recobrar fuerzas en el sueño. Ciertamente tales límites temporales son válidos para la percepción consciente de la fe. El día gana otra calidad si se coloca bajo la bendición de Dios con una sencilla señal de la cruz o con una breve oración: Un corto instante de concentración para la preparación del día y de lo que pueda deparar. Igualmente por la noche: Un momento para detenerse, para la mirada retrospectiva y para dar gracias también. Hay una diferencia considerable entre si uno sencillamente se “deja vencer por el sueño” o si uno se hace consciente de estar “milagrosamente protegido por las fuerzas del bien”.

También en el transcurso del día hay tales momentos para detenerse: ¿Quién no disfruta de algún modo una pausa al mediodía? Como en muchos otros lugares, también entre nosotros en Göttingen se da el “toque de campanas del mediodía” o el “toque del Angelus”. Tanto la Iglesia evangélica como también la católica invitan con ello a una breve meditación de que todas nuestras actividades están bajo la bendición de Dios y que nosotros somos seres salvados por medio de Cristo también en la carga de la vida diaria. “El ángel del Señor” (el “Angelus”) recuerda a muchos cristianos católicos el orar con el toque del mediodía. Por su Encarnación, Dios mismo se ha metido en este mundo, “salva” nuestra vida y nuestro trabajo en este mundo y lo plenifica con un nuevo sentido.

En el ciclo semanal, el domingo inserta una interrupción: Día de descanso, para los cristianos además el día de la Resurrección, la fiesta pascual semanal, un día de alegría existencial, que en la Misa debiera tener su manantial y que después se despliega en el estar junto con la familia y amigos, en el jugar y en el holgar, en una excursión, en la lectura y en múltiples operaciones.

Algunos símbolos cristianos pueden ayudar a abrir la vida diaria a estratos cada vez más profundos:
-    La pila de agua bendita, a la puerta de la casa, recuerda que la entrada y la salida, el abandonar la casa y el regreso con todas las inseguridades de la vida están bajo la protección de Dios: “El Señor guarda tus salidas y entradas, desde ahora y por siempre” (Salmo 121).
-    La pequeña señal de la cruz, hecha con agua bendita sobre la frente,  acompaña a los niños en su camino hacia la escuela y ¿por qué no también a los adultos en su camino hacia el trabajo?
-    La comida en común recuerda que un buen estar juntos es tan necesario como el pan diario y remite, al mismo tiempo, al Reino de Dios venidero, que ya no conocerá ninguna privación. Un cirio ardiendo sobre la mesa le da un marco festivo y alegre. En la bendición de la mesa se recuerda la comunidad de mesa con Dios, el Dador de todos los dones, y, al mismo tiempo, se ensancha la mirada hacia el hecho de que estos dones, por el pecado del hombre, no son repartidos en absoluto de forma justa.
-    El ramo de Pascua recuerda el renacer de la vida – no sólo en la naturaleza. Las luces de Adviento- y el tiempo navideño expresan la esperanza en la “Luz resplandeciente de las alturas”, en Cristo.
-    La cruz es y permanece –aún cuando se halle en el lóbulo de la oreja o se bambolee en detalles- como el más venerable de todos los símbolos cristianos: No hay nada ni nadie que no tenga sitio bajo los brazos extendidos del Crucificado.
-    Todo esto y más de una “jaculatoria” de vez en cuando o también el rezo del rosario p.e. en el viaje en coche al lugar de trabajo pueden dejar aparecer en medio de la vida diaria aquel signo que nos es regalado.

Texto abreviado de un artículo del Obispado de Hildesheim
del 22.10.2000: “Alegre mensaje entre los domingos”.