Via Crucis de Jesús

Kreuzweg-Gruppe
Jesus

De los Evangelios:

Marcos 15, 20b-22
Después condujeron a Jesús fuera para crucificarle. Por el camino encontraron a un tal Simón, natural de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, y le obligaron a llevar la cruz de Jesús. Condujeron a Jesús a un lugar, llamado Gólgota, que significa calavera.

Lucas 23,26-33a
Cuando se llevaban a Jesús para crucificarlo, echaron mano de un tal Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús.
Lo seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: ¡Mujeres de Jerusalem no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos! Porque vendrán días en que se dirá: Dichosas las estériles, los vientres que no engendraron y los pechos que no amamantaron. Entonces se pondrán a decir a las montañas: ¡Caed sobre nosotras! Y a las colinas: ¡Aplastadnos! Porque si esto hacen con el leño verde ¿qué harán con el seco?
Llevaban también con Jesús a dos malhechores para ejecutarlos. Llegaron al lugar llamado la calavera.


Explicación:

El relato sobre el “último camino” de Jesús desde el pretorio, la residencia oficial de Pilatos, hasta el lugar de la ejecución delante de las puertas de la ciudad en la colina del Gólgota está expresado en los Evangelios de forma sucinta y realista. Ante todo, en la época del gótico, que estuvo muy marcada por el sufrimiento actual de las gentes en guerras, hambrunas y epidemias de peste, el “Via Crucis” de Jesús consiguió un destacado significado, porque permitió ver el propio destino lleno de sufrimiento con los ojos de la fe y en el seguimiento de Jesús. Mientras las gentes se sumergían en la contemplación de la Pasión de Jesús y acompañaban Su camino meditando, experimentaban: Nosotros no estamos solos en todo nuestro sufrimiento y en nuestro temor a la muerte. Jesús nos ha precedido en este camino de pasión y Su camino condujo a la mañana de Pascua. En estas contemplaciones encontraban la fuerza para no desesperar en su propia pasión, para no perder de vista la luz pascual y para conseguir consuelo.

La piedad popular de esta época imaginó así los sucintos relatos de los Evangelios, recurriendo a las transmisiones orales y a las leyendas. Francisco de Asís y el movimiento franciscano, que estuvieron muy cerca de las necesidades de las “gentes pequeñas”, hicieron suya la adoración de la cruz y crearon los “Via Crucis” como una devoción popular llena de sentido e insistente al lado de la liturgia “oficial” de la Iglesia – como también ya habían interpretado la Encarnación de Dios en el “pobre” pesebre de Bethlehem en sus autos de Navidad como la cercanía  de Dios a la pobreza y a la necesidad de los débiles y pequeños.

Hasta hoy día, el camino contemplativo y compasivo del Via Crucis es una de las más vivas formas de expresión de la fe y de la piedad popular de las gentes sencillas. Por eso se encuentran hoy en todas las iglesias católicas y en muchos lugares del campo, además de las rutas de peregrinación, las tradicionales catorce estaciones del Via Crucis, que invitan a la oración contemplativa.

Estos Via Crucis comienzan con la condena de Jesús por Pilatos. Al final se halla la crucifixión de Jesús y Su muerte en la cruz: La X estación: “Jesús es desposeído de sus ropas”, la XI “Jesús es clavado en la cruz”, la XII “Jesús muere en la cruz”, la XIII “Jesús es quitado de la cruz y puesto en el regazo de su Madre” y la XIV “El cadáver de Jesús es colocado en la tumba”. De forma reiterada, sobre todo en los Vía Crucis más recientes, sigue una estación XV, cuyo tema es el acontecimiento de la mañana de Pascua.

De la segunda a la novena estación los sucesos se desarrollan “en el camino”: La segunda estación presenta algo evidente, aunque en los Evangelios no se menciona expresamente: “Jesús toma la cruz sobre sus hombros”. Los dos sucesos nombrados en los relatos del camino de los Evangelios se contemplan en la V y en la VIII estación: “Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la cruz” y “Jesús encuentra a las mujeres que lloran”. Otros dos encuentros se precipitan en el Via Crucis: estación IV “Jesús encuentra a su Madre” y estación VI: “Verónica ofrece a Jesús el sudario”. Finalmente tres estaciones (III, VII y IX) ilustran la fulminante carga de la cruz en sentido literal. Estas estaciones relatan que Jesús cae por tres veces como consecuencia de los suplicios padecidos y bajo el peso de la cruz.
Magdalena und ein Jünger
Veronika

María de Magdala y un discípulo
en el borde del camino

Verónica recibe el sudario de Jesús

De las denominadas estaciones del Via Crucis hay que resaltar de modo especial una de ellas, porque se basa en una significativa leyenda muy antigua y además relativa a la historia del arte: se trata del sencillo gesto humano de la Verónica, que ofrece a Jesús un sudario. Su nombre original según una de las viejas tradiciones es Berenike. Este paño sobre el que queda una reproducción del rostro de Jesús, se halla en poder del Emperador bizantino hasta la toma de Constantinopla (1204). Después se pierden sus rastros. Naturalmente también entonces era muy importante para muchas personas conocer el “verdadero rostro” (= vera icon) de Jesús. El nombre transmitido de Berenike se cambió por el de “Verónica”. Desde antiguo, en Oriente las representaciones icónicas de Jesús se orientaron hacia el “vera icon” y desde la Edad Media también se encuentran continuamente en el arte occidental los rasgos fisonómicos de Jesús en la tradición del “vera-icon”. Markus Eidt se ha mantenido precisamente en esta tradición, cuando talló y pintó la cara de la imagen de Jesús de nuestro pesebre de Evangelios.

Das Schweißtuch
Nuestro Pesebre

presenta algunos aspectos de la antigua tradición del Via Crucis. El camino conduce subiendo desde Jerusalem al monte Gólgota. Jesús, coronado de espinas, lleva Su cruz y se derrumba bajo el peso de la misma. Simón de Cirene está presente para ayudar. Desde muy antiguo su actuación invita también en las situaciones de necesidad de hoy a “llevar la cruz” mutuamente. También Verónica desempeña un servicio de amor al prójimo natural y, sin embargo, a veces tan difícil: ella ofrece a Jesús el sudario. No es sólo gratitud, sino también en la tradición legendaria un impulso catequético el que Jesús le devuelva el paño con la imagen de Su rostro. Además de Verónica y Simón “mucho pueblo” acompaña a Jesús al lugar de la ejecución: soldados, curiosos, afligidos y, entre ellos, también los discípulos de Jesús, María de Magdala y Su Madre. En el lugar más elevado, el Sumo Sacerdote con su lujosa túnica y otro sacerdote con un vigilante del Templo.

Petrus
En las cercanías de la ciudad
se alude aún a dos pequeñas escenas secundarias:
Judas, que, con una cuerda
en la mano,
está a punto de suicidarse.
Y Pedro, que niega frente
a un soldado,
que conozca a Jesús
 En la ciudad
canta un gallo.





< Pedro niega

Judas desesperado >
Judas

La Escena del pesebre del año 2008

Esta escena se modifica fácilmente. El grupo de los representantes de las instituciones (el Sumo Sacerdote, otro sacerdote y un vigilante del Templo) se complementa con un legionario romano, así como con un “soldado de la Guardia Suiza”. Este soldado de la Guardia Suiza es completamente nuevo. La idea surgió en un viaje a Roma de la parroquia de St. Michael en septiembre de 2007. En el grupo de los representantes de la institución, en segundo plano de nuestra escena del pesebre, él responde de la “institución” no sólo de la Iglesia católica romana sino de la Iglesia de Jesucristo de todos los tiempos. Mientras al comienzo de la Iglesia se constataban muchas pequeñas y delimitables comunidades, que mantenían contactos entre ellas, con el creciente número de cristianos y de comunidades y sobre todo después del Edicto de Tolerancia de Constantino el Grande se desarrollaron elementos institucionales. Esto era necesario y también problemático. En la medida, en la que la Iglesia como institución en desarrollo ganaba poder político entró en conflicto casi de modo necesario con el Jesús “sin poder” y Su modo de renunciar a la fuerza. En especial la formación de los propios Estados Pontificios enredó a la Iglesia en enfrentamientos políticos, querellas y guerras. Como otras instituciones “tenía” que encontrar medidas de protección frente a los ataques de fuera y de dentro. Se fundó la Guardia Suiza como grupo militar de protección hacia fuera y también la “Inquisición” como “protección” hacia dentro. En tanto que no sólo los sacerdotes del Templo y los vigilantes del mismo, sino también el legionario romano creían defender verdaderos o supuestos derechos cuando procedieron contra Jesús, el soldado de la Guardia Suiza en el Via Crucis coloca hoy a la Iglesia y a nosotros cristianos ante la pregunta de cómo podríamos configurar la “institución” Iglesia (a todos los niveles) en la actualidad para que no se caiga del lado de los que “apagan el Espíritu” y “llevan a Cristo a la cruz”.



En segundo plano de izquierda a derecha: el soldado suizo,
el legionanario romano, un sacerdote del Templo,
el Sumo Sacerdote, un vigilante del Templo.

El apóstol Juan con María Magdalena,
en el fondo el guardia suizo.


La escena secundaria del Via Crucis muestra este año a Pilatos ante su palacio en diálogo meditativo con su mujer Claudia, mientras Judas, con una cuerda en la mano, se pone en camino para morir.




Pilatos en diálogo con su mujer después
del proceso. Ella le había sugerido durante el proceso:
“No te metas con este justo, porque esta  noche he tenid
 un horrible sueño por su causa.”

Judas se aleja desesperado del pretorio,
en una mano los denarios de la traición,
en la otra la cuerda.