La Entrada de Jesús en Jerusalem

El texto bíblico según Mateo:

Al llegar cerca de Jerusalem, entraron en Betfagé, junto al Monte de los Olivos. Entonces Jesús despachó a dos discípulos encargándoles:
- Id a la aldea de enfrente y enseguida encontraréis una borrica atada y un pollino junto a ella. Soltadla y traédmela. Si alguien os dice algo, le diréis que le hace falta al Señor.
Con esto los despachó. Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta:
Decid a la ciudad de Sión: mira a tu Rey que está llegando: humilde, cabalgando un asno, un pollino, hijo de acémila.
Fueron los discípulos y, siguiendo las instrucciones de Jesús, le llevaron la borrica y el pollino. Echaron los mantos sobre ellos y el Señor se montó. 
Una gran muchedumbre alfombraba con sus mantos el camino. Otros cortaban ramas de árbol y alfombraban con ellas el camino. La multitud delante y detrás de Él clamaba:
- ¡Hosanna al hijo de David! Bendito el que viene en nombre del Señor. ¡Hosanna al Altísimo!
Cuando entró en Jerusalem, toda la población agitada, preguntaba:
- ¿Quién es éste?
Y la multitud contestaba:
- Es el profeta Jesús, de Nazareth de Galilea.

Mt 21,1-11





Puntos de referencia bíblicos:



Decid a la hija de Sión: Mira que viene tu salvación;
mira su salario le acompaña y su paga le precede.
(Is 62,11).

¡Exulta sin freno, hija de Sión!
¡Grita de alegría, hija de Jerusalem!
He aquí que viene a ti tu Rey.
Justo y victorioso; es humilde
y cabalga un asno, un pollino, cría de asna.
Él suprimirá los cuernos de Efraim
y los caballos de Jerusalem,
será suprimido el arco de combate
y él proclamará la paz a las naciones.
Zac 9,9 s


Explicación:

Como frecuentemente, Mateo también en este relato de la entrada de Jesús en Jerusalem hace referencia a las promesas del Mesías del Primer Testamento para dejar claro: Este Jesús es Aquel que ha de venir. Es el Mesías prometido. Es el Rey del Pueblo de Dios, regalado por Dios. Por eso, sólo comprendemos este Evangelio correctamente, cuando lo leemos desde la perspectiva del Profeta Zacarías, al que Mateo alude.

Además son importantes sobre todo dos puntos históricos:

1. Jesús cabalga como el Mesías Rey en su ciudad no según el modo de los Reyes y poderosos de este mundo, por consiguiente no “en lo alto de un caballo”, sino humilde y modesto sobre un asno, montura y animal de carga de los humildes, a cuyo lado Él ha estado durante toda su vida – comenzando por Su nacimiento en el establo entre pastores pobres -. “Yo he venido para traer a los pobres el alegre mensaje”, fue su programa ya al comienzo de su vida pública. Y al final de su vida terrena, explicará ante Pilatos: “Mi Reino no es de este mundo. Si fuese de este mundo mi gente lucharía para que Yo no fuese entregado a los judíos. Pero mi Reino no es de aquí.” (Jn 18,36). Expresado de otra forma: El Reino de Jesús está en este mundo, pero no es de este mundo, es decir, no corresponde a las estructuras de poder de este mundo.

También esto sirve para que nosotros consideremos que como cristianos llevamos su Nombre y nos confesamos suyos: “Quien quiera ser mi discípulo, que tome su cruz (esto significa concretamente: mi estilo de vida sencillo, mi solidaridad con los pobres, mi relación “alternativa” con el poder) y después que me siga. Tanto más la Iglesia de Jesucristo se tiene que dejar cuestionar siempre de nuevo también en sus estructuras de dirección por el Evangelio de la entrada de Jesús en Jerusalem. Además el asno como contraste con el “caballo”, como símbolo del status social (comparable al “Mercedes” de hoy) hace referencia exclusivamente a otro enfoque fundamental del poder y la autoridad.

2. En Zacarías – como en general en las antiguas promesas – el Mesías Rey es caracterizado como el Rey de la paz. Esto no es de ningún modo, como a menudo se ha supuesto, sólo la paz “interior del hombre individual y ni siquiera un amistoso “ser amable los unos con los otros” en el ámbito interhumano. Zacarías deja claro de forma indudable que se trata de un desarme firme: “Él suprimirá los cuernos de Efraim y los caballos de Jerusalem; será suprimido el arco de combate.” Lucha armada y guerra son, por consiguiente, una capitulación de la política, tanto más cuando es justificada por los cristianos. También éste es un mensaje central del Domingo de Ramos.