"Trauer"


Bilder für die Karwoche


„Die weinenden Frauen" Ausschnitt aus einer Kreuzigung von Memmi Lippo (1317 - 1347)
„Maria von Magdala" Ausschnitt aus einer Pieta von Enguerrand Quarton (1415 - 1466)

Unter dem Kreuz

Der Text des Johannes (Joh. 19,25 ff.) zeichnet das Bild wie auf einem Retabel: im Mittelpunkt das Kreuz, und am Fuß des Kreuzes stehen die Schmerzensmutter und andere Frauen. Die Mutter wird vom Jünger gestützt, aber sie steht aufrecht: Stabat mater dolorosa.  Sie alle stehen nahe beim Kreuz; ihre Gegenwart und ihre Haltung sagen viel aus über den Beistand, den sie bis zum letzten Moment leisten.

Sie betrachten

Der Blick der Beteiligten fällt auf: Bestürzung und Erstaunen, gewiss, auch Unverständnis, ein dumpfer Schmerz, der die Augen offen hält, während man sie doch schließen möchte. Dieser Blick kontrastiert mit dem der Menge, die zu diesem Schauspiel herbeigeströmt war (Lk 23,48). Es könnte auch der stille Blick sein, aus der Entfernung, der Blick der Betrachtung, der für die Erklärung auf Den dort oben verweist. Unter dem Kreuz anwesend, betrachten sie; von weitem sehen sie zum Kreuz, nach oben. Auf diesen Blick zum Tod folgt der Blick zum Leben. In den Botschaften der Auferstehung werden die Frauen und dann die Apostel dazu aufgerufen, zu sehen, denjenigen zu betrachten, der sich offenbart hat: „Er ist gesehen worden" wird es heißen, wenn man von den Erscheinungen des Auferstandenen spricht. Jemanden betrachten bedeutet, nach und nach in ein Geheimnis einzudringen, ohne es jemals vollkommen zu begreifen.Wer Christus am Kreuz betrachtet, tritt nach und nach in das Geheimnis der Liebe Gottes ein.  Die Betrachtung des Kreuzes kann keine morbide Geste sein. Während der Karfreitagsmeditation sind wir dazu aufgerufen, den Leib des Herrn zu betrachten, um darin die Kraft der Liebe zu schöpfen. Die Christen haben zweifellos in einer Spiritualität, die vielleicht nicht immer sehr gesund oder sehr „christlich" war, die Betonung zu sehr auf die Betrachtung des Leidens gelegt. In den letzten Jahren haben  Liturgie und Katechese den gläubigen Blick eher auf ein vom österlichen Licht erhelltes Kreuz gelenkt. 
 


Maria von Magdala

gehört zum engsten Jüngerkreis Jesu. Sie hat ihn auf all seinen Wegen und schließlich bis unter das Kreuz begleitet. Unter den Frauen, die Jesus nachfolgten, hat sie eine besonders herausgehobene Stellung: Sie ist in der Frühe des Ostermorgens die erste am Grab Jesu. Während ihre Augen voller Tränen sind, steht plötzlich Jesus selbst hinter ihr. Sie erkennt ihn erst, da er sie mit ihrem Namen anspricht  und bringt dann nur das zärtliche "Rabbuni" über die Lippen. Jesus sendet sie zu seinen Jüngern und wird so zur ersten Verkündigerin der Osterbotschaft. Daher wird sie in der christlichen Tradition als Apostelin bezeichnet. Ihre Autorität in der frühen Kirche kommt mancherorts der des Petrus gleich. Daher wird ihr auch eines der apokryphen Evangelien zugeschrieben. 

Die Salbung Jesu

Die Salbung mit Olivenöl und wohlriechenden Ölen dient in biblischen Zeiten nicht nur der Körperpflege, sondern auch dem Wohlbefinden und wird daher z.B. als eine besondere Aufmerksamkeit der Gastfreundschaft verstanden. Auch war es üblich, den Leichnam Verstorbener zu salben. (Joh. 19, 40). 
Maria von Betanien (!) hatte als Gastgeberin noch sechs Tage vor dem Paschafest Jesus gesalbt und damit den Widerspruch des Judas herausgefordert. Jesus reagiert mit den Worten: "Laß sie, damit sie es für den Tag meines Begräbnisses tue." (Joh. 12, 3). 
Nach dem Tod Jesu am Kreuz kauften einige Frauen, unter ihnen Maria von Magdala, wohlriechende Öle, um damit nach dem Sabbat Jesu Leichnam zu salben. Durch die Ereigenisse des Ostermorgens kam es nicht mehr dazu. Maria von Magdala jedoch wird aus diesem Grunde und wohl auch, weil man sie mit Maria von Betanien verwechselte, in der Kunstgeschichte immer mit einem Salbgefäß dargestellt.
Zum oben gezeigten Bildausschnitt gibt es also keine direkte Entsprechung in den Evangelien. Es handelt sich eher um ein Meditationsbild, das uns einlädt, uns mit Maria Magdalena liebevoll dem gekreu- zigten Christus zuzuwenden.



“Tristeza”

Imágenes para Semana Santa



“Las mujeres llorando” Detalle de una Crucifixión de Memmi Lippo (1317-1347) “María de Magdala” Detalle de una Piedad de Enguerrand Quarton (1415 – 1466)

Las mujeres llorando
Bajo la Cruz


El texto de Juan (Jn 19,25 ss) muestra la imagen como en un retablo: En el punto central, la Cruz y al pie de la Cruz están
la Madre dolorosa y otras mujeres. La Madre está sostenida por discípulos, pero está en pie erguida: Stabat Mater dolorosa.
Todas se hallan cerca de la Cruz; su presencia y su actitud dicen mucho sobre su deseo de prestar ayuda hasta en el último momento.

Ellas contemplan

La mirada de las interesadas llama la atención: Consternación y asombro, ciertamente también incomprensión, un dolor sordo, que mantiene los ojos abiertos
mientras se desearía cerrarlos. Esta mirada contrasta con la de la multitud, que había acudido a este espectáculo (Lc 23,48). Podría ser también la mirada silenciosa, desde el alejamiento, la mirada de la contemplación, que para aclaración remite hacia Él allí arriba. Presentes bajo la Cruz, ellas contemplan; desde lejos miran la Cruz, miran hacia arriba. A esta mirada sobre la muerte sigue la mirada sobre la Vida. En los mensajes de la Resurrección son llamadas las mujeres y después los Apóstoles, para ver, para contemplar a Aquel que se ha manifestado: “Él ha sido visto”, se dirá cuando se hable de las apariciones del Resucitado. Contemplar a alguien significa
penetrar poco a poco en un misterio sin abarcarlo nunca por completo. Quien contempla a Cristo en la Cruz penetra poco a poco en el misterio del amor de Dios. La contemplación de la Cruz puede no ser un gesto mórbido. Durante la meditación del Viernes Santo somos invitados a contemplar el cuerpo del Señor para sacar de Él la fuerza del amor. En una espiritualidad que quizás no siempre fue muy sana ni muy “cristiana”, los cristianos pusieron demasiado el acento en la contemplación del sufrimiento. En los últimos años la liturgia y la catequesis han dirigido la mirada creyente más bien a una Cruz iluminada por la luz pascual.

María de Magdala

Pertenece al círculo más estrecho de discípulos de Jesús. Ella Le ha acompañado en todo su camino y finalmente hasta la Cruz. Entre las mujeres, que seguían a Jesús, ella tiene un lugar especialmente elevado: Es la primera que está temprano  en la mañana de Pascua en la tumba de Jesús. Mientras sus ojos están llenos de lágrimas, de repente Jesús mismo está de pie detrás de ella. Ella Le reconoce porque Él la llama por su nombre y entonces sólo sale de sus labios el afectuoso “Raboni”. Jesús la envía a sus discípulos y así se convierte en la primera anunciadora del mensaje pascual. Por ello se la señala en la Tradición cristiana como Ápostola. Su autoridad en la primitiva Iglesia iguala a la de Pedro en algunos lugares. Por eso se le imputa también uno de los Evangelios apócrifos.

La unción de Jesús

La unción con aceite de oliva y óleos perfumados sirve en los tiempos bíblicos no sólo para  el cuidado corporal sino también para el bienestar y, por ello, se entiende por ejemplo como una atención especial de la hospitalidad. También era usual ungir el cadáver de los muertos (Jn 19,40).
María de Betania (¡!) había ungido a Jesús como anfitriona seis días antes de la fiesta de Pascua y con ello había provocado la oposición de Judas. Jesús reacciona con estas palabras: “Déjala, porque ella lo está haciendo para el día de mi sepultura.”
(Jn 12,3)
Después de la muerte de Jesús en Cruz, algunas mujeres, entre ellas María de Magdala, compraron oleos perfumados para ungir el cadáver de Jesús el sábado. Esto no se llegó a realizar  por los acontecimientos de la mañana pascual. Pero María de Magdala por este motivo, y también porque se la confundió con María de Betania, es representada en la historia del arte siempre con un vaso de ungüento. Por consiguiente, el detalle arriba mostrado no tiene ninguna correspondencia directa en los evangelios. Se trata más bien de una imagen meditativa, que nos invita a volvernos amorosamente con María Magdalena al Cristo crucificado.