Eine Küchenmagd erkennt den Auferstandenen






In der National Gallery in Dublin (Irland) hängt dieses Bild des spanischen Malers Diego Velazquez (1599 – 1660) mit dem Titel The Kitchenmaid (Die Küchenmagd). Da sieht man eine Frau beim Abspülen und Putzen in der Küche. Irgendwas scheint die Frau in Bann zu ziehen: für einen Moment hält sie erschrocken inne und vergisst ihre Arbeit. Was hat die Frau entdeckt? Viele Jahre lang haben die Betrachter des Bildes nur den überraschten Blick, das Innehalten der Frau, gesehen und bewundert, wie Velazquez das Verduztsein auf die Leinwand gebannt hat. Letztlich aber gab das Bild ein Rätsel auf: Warum schaut die Frau so überrascht?


1933 hat man das Bild zum Restaurator gebracht, damit er es reinige und aufpoliere. Dabei machte man eine Entdeckung: Links oben am Bildrand gibt es eine Gruppe von Menschen beim Mahl, die bisher von Schwarz und Schmutz verdeckt gewesen war. Der Mann in der Mitte wird schnell als Jesus erkenntlich – es muss sich um die Emmausszene handeln! Jetzt ergab Velazquez’ Bild plötzlich einen Sinn: Die Küchenmagd erkennt im polierten Topf den Auferstandenen, der mit den Emmausjüngern das Brot bricht (und dann plötzlich verschwunden ist). Nun war der Blick der Dienerin verständlich! Atemberaubendes geschieht hier, und der Küchenmagd verschlägt’s den Atem! Wieder ist es eine Frau, die Jesus als Auferstandenen erkennt – noch vor den Jüngern am Tisch! Auch am Ostermorgen waren es ja Frauen gewesen, die Jesus als Erste gesehen haben.

Die Küchenmagd sieht den Auferstandenen in einem Alltagsgegenstand, bei einer alltäglichen Arbeit. Christus blinzelt ihr gleichsam aus dem polierten Topf zu. Das Geschirrspülen wird zum Gottesdienst. „Alles meinen Gott zu Ehren, in der Arbeit in der Ruh’“ (GL 615), so singen wir im Gottesdienst. „Gott in allen Dingen suchen und finden“, dazu ermuntert Ignatius von Loyola die ignatianischen Gemeinschaften. Vielleicht entdecken auch Sie den Auferstandenen in Ihrem Alltag?

Text: P.Manfred Jösl S.J. und P.Heribert Graab S.J.





En la Nacional Gallery de Dublín (Irlanda) está colgado este cuadro del pintor español Diego de Velázquez (1599-1600) con el título de “La sirvienta de cocina”.  En él se ve a una mujer fregando y limpiando en la cocina. Algo parece cautivar a la mujer: por un momento se detiene asustada y olvida su trabajo. ¿Qué ha descubierto la mujer? A lo largo de muchos años, los espectadores del cuadro sólo han visto la mirada sorprendida, la pausa en el trabajo de la mujer y han admirado cómo Velázquez inmortalizó el desconcierto sobre el lienzo.

En 1933 se llevó el cuadro al restaurador para que lo limpiase y lo puliese.  A la vez se hizo un descubrimiento: En el borde superior izquierdo hay un grupo de personas en una comida, que hasta entonces había estado oculto por la suciedad. El hombre del centro es reconocible rápidamente como Jesús -¡se tiene que tratar de la escena de Emaús! Ahora el cuadro de Velázquez tenía de repente un sentido: la sirvienta de cocina reconoce en la marmita pulida al Resucitado, que parte el pan con los discípulos de Emaús (y después desaparece de repente). ¡Ahora era comprensible la mirada de la sirvienta! ¡Algo impresionante sucede aquí y a la sirvienta de cocina la deja boquiabierta! De nuevo una mujer reconoce a Jesús como Resucitado -¡aún antes que los discípulos en la mesa! También en la mañana de Pascua fueron las mujeres las primeras que vieron a Jesús.

La sirvienta de cocina ve al Resucitado en un hecho de la vida diaria, en un trabajo cotidiano. Cristo le hace guiños, por así decirlo, en la marmita pulida. El fregado de platos se convierte en servicio divino. “Todo en honor de mi Dios, en el trabajo y en el descanso”, cantamos en la Misa. “Buscar y hallar a Dios en todas las cosas”, Ignacio de Loyola alienta a esto en las comunidades ignacianas. Quizás ¿también ustedes descubren al Resucitado en su vida diaria?

P. Manfred Hösl S.J. y P. Heribert Graab S.J.