Brudermord
(Gen. 4, 1-16)



Roland Peter Litzenburger

Gewalt - die Ursünde der Menscheit! Es begann mit dem Brudermord des Kain. Und schon kurze Zeit später (Gen. 4, 17-24) multipliziert sich die Gewalt: Lamech, ein Nachkomme Kains, verkündete seinen Frauen, was er sich zum Lebensprogramm gemacht hatte:
 
"Ada und Zilla, hört auf meine Stimme,
Ihr Frauen Lamechs, lauscht meiner Rede!
Ja, einen Mann erschlage ich für eine Wunde
und einen Knaben für eine Strieme.
Wird Kain siebenfach gerächt,
dann Lamech siebenundsiebzigfach."

Und wiederum wenig später (Gen. 6, 13) mußte Gott erkennen und sagte es zu Noah:

"Ich sehe, das Ende aller Wesen aus Fleisch ist da; denn durch sie ist die Erde voller Gewalttat."

Die Bibel selbst protokolliert sodann bis hin zum letzten Buch des Neuen Testamentes immer wieder schmerzhaft genau durch alle Zeiten hindurch die Herrschaft der Gewalt.

In Jesus von Nazareth wird Gott selbst Mensch. Er wendet sich gegen jedwede Gewalt und lebt ein Leben der Gewaltlosigkeit und wird gerade deshalb zum Opfer von Gewalt: Man "legt ihn auf's Kreuz".

Und bis auf den heutigen Tag haben selbst viele Christen nichts von ihrem Herrn und Meister gelernt. Auch Christen legen sich gegenseitig auf's Kreuz - im wörtlichen und im übertragenen Sinne, im privaten und im öffentlichen Leben. Sie inszenieren "Kreuzzüge", verfolgen und verbrennen "Hexen" - vielfach in der irregeleiteten, oft aber auch nur vorgetäuschten Überzeugung, Gott einen Dienst zu erweisen mit ihrem "Kampf gegen das Böse". Jüngste, aber keinesweg einzige Beispiele: Der völkerrechtswidrige Krieg gegen den Irak, die Kriege in Afghanistan, in Gaza, im Sudan...  Sie alle machen wiederum unzählige Menschen - und zwar nicht die "Großen", die Politiker und die Verantwortlichen - zu Opfern und legen sie "auf's Kreuz legt". Wie Litzenburger es in seiner kolorierten Zeichnung darstellt, gibt es kein Innehalten, bis der Stärkere seinen Fuß triumphierend auf die Brust des Unterlegenen setzen kann.

Die Passion Jesu geht weiter!

Fratricidio
(Gn 4,1-16)



Roland Peter Litzenburger


¡Violencia – el pecado primitivo de la humanidad! Comenzó con el fratricidio de Caín. Y poco tiempo después (Gn 4,17-24) se multiplica la violencia: Lamech, un descendiente de Caín, anunciaba a sus mujeres lo que él había hecho como programa existencial:

“Adá y Sil-lá, escuchad mi voz:
mujeres de Lámec escuchad mi palabra:
Yo maté a un hombre por un herida que me hizo
y a un muchacho por un cardenal que recibí.
Caín será vengado siete veces,
mas Lámec lo será setenta y siete.”

Y de nuevo, poco después (Gn 6,13) Dios tuvo que reconocerlo y dijo a Noé:

“He decidido acabar con toda carne,
porque la tierra está llena de violencias
por culpa de ellos.”

La propia Biblia protocoliza luego hasta el último libro del Nuevo Testamento de forma continuamente dolorosa en todas las épocas el dominio de la violencia.
En Jesús de Nazareth, Dios mismo se hace ser humano. Él se pronuncia contra toda violencia y vive una existencia pacífica, convirtiéndose por ello en víctima de la violencia: Se “le pone sobre la Cruz”.

Y hasta el día de hoy incluso muchos cristianos no han aprendido nada de su Señor y Maestro. También los cristianos se ponen recíprocamente sobre la Cruz – en sentido literal y en sentido figurado, en la vida pública y en la privada. Escenifican “cruzadas”, persiguen y queman “brujas” – con frecuencia con un convencimiento erróneamente dirigido, pero también a menudo con un convencimiento sólo simulado, para servir a Dios con su “lucha contra el mal”. Recientes, pero no únicos ejemplos: La guerra popularmente ilegal contra Irak, las guerras de Afganistán, Gaza, Sudán... De nuevo todas convierten a innumerables personas – y no a los “grandes”, ni a los políticos ni a los responsables- en víctimas y “los ponen sobre la Cruz”. Como Litzenburger representa en su dibujo colorista, no hay ninguna parada, hasta que el más fuerte pueda colocar su pie triunfante sobre el pecho del inferior.

¡La Pasión de Jesús continúa!