Sternenlicht, ganz nah




Traum der Magier
Kapitell aus der Kathedrale von Autun/Burgund
(12. Jh.)


Sie hatten seinen Stern gesehen, die drei.
Doch das war lange her. Sie hatten seinen Stern gesehen ...
Der hatte sie vom Stuhl gerissen und aus den Matratzen.
Aufbruch im Morgengrauen des Lebens.
Sie hatten sich auf den Weg gemacht.
Doch den hatten sie sich ganz anders vorgestellt:
gradliniger, einfacher, klarer und zielstrebiger ...
direkte Luftlinie nach Betlehem.
Und nun liegen Sie da und schlafen, alle unter einer Decke,
damit sie nicht frieren - ohne Hoffnung.

Sie hatten einen Stern gesehen. Doch das war lange her.
Und der eine war müde geworden
und der andere war frustriert,
und der Dritte war einfach sauer und wütend zugleich ...


Sie hatten seinen Stern gesehen.
Aber darüber redeten sie schon lange nicht mehr miteinander;
es wäre ihnen peinlich gewesen,
das Gespräch darüber war versickert.
Andere Themen hatten sich aufgedrängt:
Wer und was sich alles bei den anderen ändern müsste;
wo man wirklich sparen könnte,
und was einem alles nicht passt, überhaupt und so.


So kam es, dass sie irgendwann al1e drei
unter einer Deckle steckten
auf einer bequemen Matratze ...
Da kann man’s zunächst einmal aushalten.
Bitte nicht stören!

Wenn da nicht dieser Engel wäre,

der die Schlafenden energisch anstupst.
Er zeigt auf den Stern.
Entschuldigt, sagt er, wenn ich störe.
Da war doch noch etwas.
Da war doch ein Stern, erinnert euch,
der hatte euch nicht in Ruhe gelassen.
Der hatte euch vom Stuhl gerissen und aus den Matratzen.
Ihr wolltet nicht einfach so weitermachen.

Ja, ja, schon gut, sagt der eine unter der Decke
und macht nicht mal die Augen auf.
Stern, Engel - da kann ja jeder kommen.
Er dreht sich um und schläft weiter.


Lass mich in Ruhe mit dem Stern,
sagt der andere unter der Decke.
Ich bin in meinem Leben schon vielen nachgelaufen.
Ich habe schon so viele Aufbrüche zusammenbrechen gesehen,
von kirchlichen Ordnungen und Instruktionen ausgebremst.
Verschone mich mit solchen Sternen.
Ich habe meine Decke, basta!

Einer von den dreien hat die Augen aufgemacht.
Nicht dass er den Stern noch im Blick hätte.
Er schaut in eine ganz andere  Richtung.
Aber die Augen hat er immerhin aufgeschlagen.
Der Engel stupst ihn an: Schau mal, der Stern!
Du brauchst bloß den Kopf zu drehen, umzukehren.
Ganz nah ist er bei dir, der Stern. -
Die drei bleiben liegen ...

Mensch Engel, was nun? Was willst du jetzt tun?
Ziehst du den dreien die warme Decke weg?
Sie werden dich zum Teufel wünschen
und sich endgültig in die Ofenecke verkriechen.
Mensch Engel, überleg's dir.

Es gab einmal den Tag,
da haben wir seinen Stern gesehen.
Es gab einmal den Tag,
da hat’s uns von dem Stühlen gerissen
und wir sind aufgebrochen.
Und schließlich sind wir immer noch dabei, wie auch immer.
Mag sein, dass wir uns zur Ruhe gesetzt oder gelegt haben
und denken:
Sternzeiten, das war einmal, das ist lange her.
Aber noch sind - hoffentlich - die Augen offen,
und irgendwie, lahm oder angeschlagen,
sind wir immer noch auf dem Weg.
Innen drin, ganz tief im Herzen ahnen wir vielleicht,
dass. der Stern uns gar nicht so fern ist.
Wenn uns doch nur ein Engel anstupsen würde:
Schau her, mach die Ausen auf!
Kehr dich um!
Dein Stern, ganz nah, ganz nah ...
Franz Kamphaus
Bischof em. von Limburg

Luz de las estrellas, muy cerca


 
Sueño de las Magos
                                                                                                                       Capitel de la Catedral, Autun/Bourgogne,
siglo XII



Los tres habían visto Su estrella.
Pero de esto hacía mucho tiempo. Habían visto Su estrella…
Ella los había levantado de la silla y de los colchones.
Salida en el amanecer de la vida.
Se habían puesto en camino.
Pero se lo habían imaginado todo de forma muy diferente:
más rectilíneo, más sencillo, más claro y más perseverante…
una línea aérea directa a Betlehem.
Y ahora yacen aquí y duermen, todos bajo una manta,
para no helarse –sin esperanza.

Ellos habían visto una estrella. Pero esto fue hace mucho tiempo.
Y el uno se había cansado
y el otro estaba frustrado
y el tercero estaba, a la vez, molesto y rabioso…
Ellos habían visto Su estrella.
Pero ya hacía mucho tiempo que no hablaban entre ellos sobre esto;
les hubiera resultado penoso,
el diálogo sobre este asunto era filtrado.
Se habían impuesto otros temas:
Quién y qué se tenía que cambiar en las otras cosas;
dónde se podía ahorrar verdaderamente
y lo que a uno no le venía bien del todo, y así en general.

Así pasó que en algún momento
los tres se hallaban debajo de una misma manta
sobre un cómodo colchón…
Aquí se podía por el momento resistir.
¡Por favor, no molesten!


Si no estuviera este ángel,
que enérgicamente empuja a los durmientes.
Él señala la estrella.
Disculpad si molesto, dice.
Pero aquí había una estrella, les recuerda,
que no os hubiera dejado en paz.
Os habría sacado de la silla y de los colchones.
Vosotros sencillamente no queríais continuar.

Sí, sí, ya está bien dice uno debajo de la manta
y no abre los ojos.
Estrella, ángel –aquí puede suceder de todo.
Se da la vuelta y continúa durmiendo.

Déjame en paz con la estrella,
dice el otro debajo de la manta.
Yo he corrido en mi vida ya tras muchas cosas.
Yo ya he visto desplomarse tantas salidas,
obstaculizadas por las órdenes religiosas y por las instituciones.
Déjame en paz con las tales estrellas.
¡Yo tengo mi manta y basta!

Uno de los tres tiene los ojos abiertos.
No porque mirara hacia la estrella.
Él mira en una dirección muy diferente.
Pero sea por lo que sea tiene los ojos abiertos.
El ángel le empuja: ¡Mira la estrella!
Sólo necesitas girar la cabeza, dar media vuelta.
La estrella está muy cerca de ti.
Los tres se quedan acostados…

Señor ángel ¿y ahora qué? ¿Qué quieres hacer ahora?
¿Quitarles la cálida manta a los tres?
Te mandarán al demonio
y se esconderán definitivamente en el rincón de la chimenea.
Señor ángel, piénsatelo.


Hubo un día,
en que vimos Su estrella.
Hubo un día,
en que nos levantó de la silla
y nos pusimos en camino.
Y finalmente nosotros aún estamos a punto, como siempre también.
Puede ser que nos hayamos retirado y que pensemos:
Las épocas de estrellas fueron antiguamente, hace mucho tiempo.
Pero aún están abiertos los ojos –eso esperamos–
y sea como sea, tullidos o magullados,
estamos todavía siempre en camino.
Quizás íntimamente, en lo más profundo del corazón ansiamos,
que la estrella no esté muy lejos de nosotros.
Pero si nos empujase un ángel:
¡Mira, abre los ojos!
¡Da media vuelta!
Tu estrella está muy cerca, muy cerca…

Franz Kamphaus
Obispo Emérito de Limburg