Im Jahr 1969 entwarf der baskische
Bildhauer Eduardo Chillida für die franziskanische
Wallfahrtskirche von Aránzazu in seiner baskischen Heimat einen
Kreuz-Altar aus drei Elementen. Realisiert wurde dieser Entwurf
nicht. Als zu dieser Zeit Papst Paul VI. Künstler aus aller
Welt darum bat, Werke für die zeitgenössische Sammlung der
Vatikanischen Museen zur Verfügung zu stellen, stiftete Chillida
das Alabastermodell dieses Altares der päpstlichen
Kunstsammlung. Seither steht die kleine Skulptur kurz vor dem
Eingang in die Sixtinische Kapelle. Anläßlich der
grundlegenden Sanierung und Renovierung der Kölner Jesuitenkirche
Sankt Peter wurde dieser Entwurf im Jahre 2000 schließlich
in Granit ausgeführt - wiederum ein Geschenk Chillidas, diesmal an
die Gemeinde Sankt Peter. Geweiht wurde der Altar durch den Kölner
Kardinal Meißner. Wenig später jedoch legte die Vatikanische
Liturgiekongregation Widerspruch
gegen diesen Altar ein, da er wegen seiner Dreigliedrigkeit die Einheit
Christi in Zweifel ziehe. So steht er heute leider als "Altar-Skulptur"
im nörlichen Seitenschiff der Kirche - ein "Altar im Exil"
(Hans-A. Hüsgen).
Eduardo Chillida (1924 - 2002)
Gurutz Aldare / Kreuz-Altar (1967/2000) Granit, 100,5 x 201 x 99 cm in Sankt Peter, Köln Kreuzaltäre
sind eine alte Tradition in der kirchlichen Baukunst.
In den doppelchörigen Kloster- und Kathedralkirchen des frühen Mittelalters befand sich der Altar mit dem Titel des heiligen Kreuzes (s. crucis) in der geometrischen Mitte des Raumes, im Schnittpunkt von Längs- und Querachse und symbolisierte so die zentrale Bedeutung des Kreuzes Christi in der Geschichte. Die spätgotische Kirche Sankt Peter hat zwar kein Querschiff, aber der "Ort des Kreuzes" ist dennoch angedeutet: die Seitenarme der Empore sparen das letzte Joch vor der Apsis aus. Genau diesen "Ort des Kreuzes" markierte für eine kurze Zeit Chillidas Kreuzaltar und gab dem weiten und leeren Raum eine Mitte. Der Altar machte den Raum der Kirche zum Kreuzesraum. Die drei Kreuzformen des Altares gaben dem Ort in symbolischer Überhöhung zudem einen Namen: "Golgatha". Für Gurutz Aldare wurde ein massiver Granitblock in drei Teile geschnitten. Alle bilden jeweils ein Kreuz ab, greifen ineinander und auseinander in den Raum, und schaffen einen betretbaren inneren Raum, in den der Priester im Hochteil der heiligen Handlung tritt und das von Christus gestiftete Altarssakrament feiert. Christus selbst tritt in den Gestalten von Brot und Wein in den Raum des Altares und in den Glaubensraum der Feiernden ein. So wird im dynamischen Geschehen der sakramentalen Handlung die Einheit Christi erfahrbar - wie schon der Kreuzaltar selbst in seiner spannungsvollen Einheit von Masse und Leere als ein einziges Teil gesehen muß und nach alter Tradtion den einen Christus darstellt. In der Zusammenschau des Kreuzaltares und des alten Altarbildes der "Kreuzigung des Petrus" erkennen wir den Weg vom Kreuzgeschehen zur Kreuznachfolge. Der Weg der Kreuznachfolge führt im Rubens-Bild unmittelbar hinein in den durch das Kreuzgeschehen geöffneten Himmel. Inzwischen sind die ursprünglichen Renaissance-Fenster nach Sankt Peter zurückgekehrt. Im Zentrum über dem Altar - wenn er denn noch dort stünde: Das große Kreuzigungsfenster, das den Karfreitag und den Ostermorgen als Einheit sieht. Kreuzaltar und Kreuzfenster würden aufeinander bezogen sein und den leeren Raum, in dem nichts vom Wesentlichen ablenkt, zu einem Zeugnis der österlichen Mitte unseres Glaubens machen: "Jesus Christus - gekreuzigt, gestorben und begraben, hinabgestiegen in das Reich des Todes, am dritten Tage auferstanden von den Toten". Ein wenig traurig wandert heute der Blick vom "Gurutz Aldare" im Seitenschff hinüber zum österlich leuchtenden Chorfenster und vermittelt nur noch eine Ahnung von dem großartigen Gesamtkonzept, das Eduardo Chillida mit seiner Schenkung an Sankt Peter verband. “Gurutz Aldare” El escultor vasco Eduardo Chillida
diseñó en 1969 un altar de cruz de tres elementos para la
iglesia franciscana de peregrinaciones de Aranzazu en su tierra
vasca. Este proyecto no fue realizado. Como en esta época el
Papa Pablo VI había pedido a los artistas de todo el mundo poner
obras a disposición de la colección contemporánea
del Museo Vaticano, Chillida creó el modelo en alabastro de este
altar para la colección de arte papal. Desde entonces
está la pequeña escultura cerca de la entrada a la
Capilla Sixtina. Con ocasión de la rehabilitación
básica y de la renovación de la iglesia Sankt Peter de
jesuitas de Colonia, este proyecto fue realizado finalmente en el
año 2000 en granito – de nuevo un regalo de Chillida, esta vez a
la parroquia de Sankt Peter. Fue consagrado el altar por el Cardenal de
Colonia Meissner. Pero poco más tarde la congregación de
liturgia vaticana formuló una protesta contra este altar, ya que
a consecuencia de su triplicidad inducía a dudar de la unidad de
Cristo. Desgraciadamente hoy está como “altar-escultura” en la
nave lateral septentrional de la iglesia – “un altar en el exilio”.
(Hans-A. Hüsgen).
Gurutz Aldare/Altar Cruz (1967/2000)
Granito 100,5 x 201 x 99 cm Sankt Peter, Colonia Los altares de Cruz son una antigua tradición en la arquitectura eclesial. En el doble coro de las iglesias de las catedrales y monasterios de la temprana Edad Media se hallaba el altar con el título de la Santa Cruz (s. crucis) en el centro geométrico del espacio, en el punto de intersección del eje longitudinal y transversal y simbolizaba así el significado central de la Cruz de Cristo en la historia. La iglesia de Sankt Peter, del gótico tardío, no tiene ninguna nave transversal pero, sin embargo, el “lugar de la Cruz” está indicado: Los brazos laterales del coro alto dejan libre el último travesaño antes del ábside. Ciertamente el altar de Cruz de Chillida señaló durante un breve tiempo este “lugar de la Cruz” y le dio un centro al amplio y vacío espacio. El altar convertía el espacio de la iglesia en espacio de Cruz. Los tres elementos cruciformes del altar daban al lugar un simbólico peralte además de un nombre: “Golgota”. Para el Gurutz Aldare fue cortado en tres partes un enorme bloque de granito. Todas representan una Cruz, unas dentro de otras y separadas capturan el espacio, y crean un espacio interior accesible, en el que el sacerdote entra en la parte más elevada de la ceremonia sagrada y celebra el sacramento del altar instituido por Cristo. El propio Cristo entra en el espacio del altar en forma de Pan y Vino y en el espacio creyente de los celebrantes. Así se hace experimentable en el acontecer dinámico de la ceremonia sagrada la unidad de Cristo del mismo modo que el propio altar de Cruz en su excitante unidad de masa y vacío, tiene que ser visto como una parte única y representa, según la antigua tradición, al Cristo único. En la visión de conjunto del altar de Cruz y del antiguo retablo de la “Crucifixión de Pedro”, reconocemos el camino de la Cruz como el seguimiento de la Cruz. El camino del seguimiento de la Cruz conduce, en el cuadro de Rubens, al cielo abierto por medio de la Cruz. Entretanto han retornado a S. Peter las originales vidrieras del Renacimiento. En el centro sobre este altar, cuando todavía estaba allí: La gran vidriera de la Crucifixión que ve como unidad el Viernes Santo y la mañana de Pascua. El altar de Cruz y la vidriera de Cruz harían referencia el uno a la otra y al espacio vacío, en el que nada aparta de lo esencial, dando un testimonio del centro pascual de nuestra fe: “Jesucristo – crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos.” Mi mirada vaga hoy un poco triste desde el “Gurutz Aldare” en la nave lateral hasta la vidriera del coro pascualmente iluminada y proporciona aún un presentimiento del magnífico concepto integrador, que Eduardo Chillida aunó con su donación a Sankt Peter. P. Heribert S.J.
según propuesta del P. Friedhelm Mennekes S.J. (lengua alemana) y Hans-A. Hüsgen (lengua alemana) |