Berufung der Fischer



Es gibt sie noch, diese beschaulichen Fischerhäfen rund ums Mittelmeer oder auch an skandinavischen Küsten,
in denen nicht schwimmende Fischfabriken fertig bearbeitete 'Produkte' kistenweise entladen,
sondern kleine Fischerboote den Fang eines Tages anlanden,
in der Sonne dann ihre Netze trocknen lassen und flicken.
Da ist dann mit Sicherheit in den südlichen Ländern auch ein Boot darunter,
das den Namen des heiligen Nikolaus trägt, des Patrons all derer, die zur See fahren.
Solche Urlaubsbilder liebe ich nicht zuletzt deswegen,
weil sie ganz viele biblische Geschichten aus der Welt Jesu lebendig werden lassen.


Die Berufung der ersten Jünger,
Maestà des Hochaltares des Doms zu Siena
Duccio di Buoninsegna,
zwischen 1308 und 1311

Das öffentliche Wirken Jesu beginnt mit der Berufung Seiner ersten Jünger:
"Als Jesus am See von Galiläa entlangging,
    sah er Simon und Andreas, den Bruder des Simon,
    die auf dem See ihr Netz auswarfen;
    sie waren nämlich Fischer.
    Da sagte er zu ihnen: Kommt her, folgt mir nach!
    Ich werde euch zu Menschenfischern machen.
    Sogleich ließen sie ihre Netze liegen und folgten ihm." (Mk. 1, 16 f)
Wenig später ruft Er auch die Brüder Jakobus und Johannes
von ihren Fischernetzen weg in Seine Nachfolge.

Ein großer Teil des öffentlichen Lebens Jesu spielt sich ab
rund um den See Genesareth, den man auch den See von Tiberias nennt.
Tiberias ist Seine Stadt. Dorthin kehrt Er immer wieder zurück.
Diese Stadt am See und die Landschaft rundherum ist Sein 'Zu-hause'.
Dort begegnet Er den Menschen und läßt sich sogar ein Stück auf den See hinausrudern,
wenn die Zahl derer, die Ihn hören möchten, bedrängend groß wird.
Zu ihnen spricht Er dann vom Boot aus.


Immer wieder fährt Er mit Seinen Freunden über den See auf die andere Seite hinüber,
um dort ein wenig auszuspannen und in der Ruhe der hügeligen Landschaft zu beten.
Bei einer solchen Gelegenheit bitten Ihn die Jünger: "Herr, lehre uns beten!"

Mit Seinen Jüngern geriet Er bei solchen Überfahrten hier und da in Unwetter und Sturm.
Das Markus-Evangelium erzählt, daß eines Tages "Wellen in das Boot
schlugen,
so daß es sich mit Wasser zu füllen begann. Er aber lag hinten im Boot auf einem Kissen und schlief.
Sie weckten ihn und riefen: Meister, kümmert es dich nicht, daß wir zugrunde gehen?
Da stand er auf, drohte dem Wind und sagte zu dem See: Schweig, sei still!
Und der Wind legte sich, und es trat völlige Stille ein.
Er sagte zu ihnen: Warum habt ihr solche Angst? Habt ihr noch keinen Glauben?
Da ergriff sie große Furcht, und sie sagten zueinander:
Was ist das für ein Mensch, daß ihm sogar der Wind und der See gehorchen?" (Mk. 4, 37-41)
Sie kennen vermutlich die Geschichte von Petrus,
der dem Herrn - ebenfalls bei Sturm - über das Wasser entgegengehen wollte. (Mt. 14, 24-34)

Wenn Sie also während des Urlaubs in einem kleinen Fischerhafen dem Treiben zuschauen
oder am Strand einem der Fischerboote mit den Augen folgen,
dann lassen Sie sich einfach an all diese Geschichten erinnern
und gönnen sich die Ruhe, über all das und über den eigenen Glauben nachzusinnen.
Vielleicht wird ja ein stilles Urlaubsgebet daraus.









La llamada a los pescadores

Todavía existen estos puertos pesqueros dignos de contemplarse
alrededor del Mar Mediterráneo o también en las costas escandinavas,
en los que no descargan fábricas de pescado flotantes ‘productos’ preparados en cajones,
sino que pequeñas embarcaciones pesqueras descargan la pesca del día,
para después dejar secar al sol sus redes y remendarlas.
Con seguridad también hay en los países del sur una barca
que lleva debajo el nombre de San Nicolás,
el patrón de todos los que se mueven por el mar.
Me gustan estas imágenes de vacaciones no en último caso
porque dan vida a muchos relatos bíblicos del mundo de Jesús.


 
La llamada a los primeros discípulos,
Maestá del Altar Mayor de la Catedral de Siena.
Duccio di Buoninsegna, entre 1308 y 1311

La vida pública de Jesús comienza con la llamada
a Sus primeros discípulos:
“Bordeando el lago de Galilea, Jesús vio
a Simón y a Andrés, el hermano de Simón,
que estaban echando las redes al mar,
pues eran pescadores.
Él les dijo: ¡Venid conmigo, seguidme!
Os haré pescadores de hombres.
Al instante dejaron sus redes y Le siguieron.”
(Mc 1,16 ss)
Un poco más tarde llama también a Su seguimiento
a los hermanos Santiago y Juan, que dejaron sus redes.

Una gran parte de la vida pública de Jesús
gira en torno al lago de Genesareth,
que también se denominaba Mar de Tiberíades.
Tiberíades es Su ciudad. Él siempre regresa allí.
Esta ciudad junto al lago y con paisaje alrededor
es Su “hogar”.
Allí se encuentra con las personas e incluso se puede remar
en una parte del lago si el número de los que Le quieren escuchar
es tan grande que oprime.
Él les habla entonces desde la barca.

Continuamente pasa con Sus amigos a la otra orilla
para relajarse un poco y para orar con la tranquilidad
de un paisaje con colinas.
En una de estas ocasiones, Sus discípulos Le piden:
“¡Señor, enséñanos a orar!”

En estas travesías con Sus discípulos se encuentra
con tempestades y tormentas.
El Evangelio de Marcos relata que un día:
“Se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la barca,
de suerte que ya se anegaba la barca.
Él estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal.
Le despiertan y Le dicen:
“Maestro: ¿no te importa que perezcamos?”
Él, habiéndose despertado increpó al viento y al mar:
“¡Calla, enmudece!”
El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza.
Y les dijo: “¿Por qué tenéis tanto miedo? ¿No tenéis fe?”
Ellos se llenaron de gran temor y
Se decían unos a otros:
“Pues ¿quién es Éste que hasta el viento y el mar Le obedecen?”
(Mc 4,37-41)
Probablemente ustedes conozcan la historia de Pedro
que, precisamente en una tormenta,
quería ir al encuentro del Señor, caminando sobre las aguas.
Por tanto, si ustedes durante las vacaciones
en un pequeño puerto pesquero, contemplan la actividad
o en la playa siguen con la mirada una de las barcas pesqueras,
entonces podrán recordar todas estas historias
y alegrarse con el descanso y reflexionar sobre todo esto
y sobre la propia fe.
Quizás de aquí surja una silenciosa oración vacacional.