Auferweckung der Toten




Auferweckung der Toten
Ottheinrich-Bibel, Regensburg um 1430

Leben auf ihn hin


Dieses Bild befindet sich im ersten Band der Ottheinrich-Bibel (um 1430), wo es eine dreiviertel Seite einnimmt. Auf den vorhergehenden beiden Seiten befindet sich jene berühmte Rede Jesu vom Weltgericht, die uns Matthäus überliefert hat (Mt 25,31-46). Darin wird der Beginn des Weltgerichts bildlich beschrieben: „So aber kümt des menschensun in seiner maiestat, und all sein engel mit ym. Denn so wirt er sitzen auf dem stui seiner maiestet." Dementsprechend zeigt die mit einem einfachen grünen Rahmen gemalte Miniatur den „Menschensohn" in seiner Majestät in Gestalt einer dunkelblau gefüllten Mandorla. Diese ist in der christlichen Kunst eine Art Ganzkörper-Heiligenschein. In dieser Mandoria ist Christus aber zusätzlich durch einen goldenen Nimbus am Kopf und durch goldene Strahlen ausgezeichnet, die seine ganze Gestalt hinterfangen. Außerdem sitzt er auf einem doppelten Regenbogen, wie auch die Mandoria auf diese Weise farbig eingefaßt ist. Christus trägt ein blau-violettes Gewand, das die rechte Schulter frei läßt, so daß die Seitenwunde zu sehen ist, aus der, wie aus den vier Nagelwunden, Blut rinnt. Der Weltenrichter ist der Gekreuzigte. „Würdig ist das Lamm, das geschlachtet wurde, Macht zu empfangen, Reichtum und Weisheit, Kraft und Ehre, Herrlichkeit und Lob" (Offb 5,12). So spricht der Richter mit seiner Rechten das erlösende Wort des Lebens; seine Linke schwebt schützend über der Menschheit. Seitlich scheinen zwei Engel von oben heranzuschweben, die mit riesigen Posaunen das Signal für den Anbruch der neuen Welt geben. All das spielt sich vor einem blutroten, mit goldenen Ranken bedeckten Hintergrund ab.

Es fällt aber auf, daß all diese Details in der Rede Jesu vom Weltgericht in Mt 25 nicht genannt werden. Sie entstammen der ikonographischen Tradition für die Darstellung des Jüngsten Gerichts; deshalb hat sich der Maler ihrer so selbstverständlich bedient. Im unteren Teil der Miniatur aber entfernt er sich noch weiter vom Bibeltext. Denn nichts ist hier zu sehen von den Völkern, die vor dem Richter zusammengerufen werden, der sie dann voneinander scheidet wie der Hirt die Schafe von den Böcken. Stattdessen sehen wir eine wüstenartige Landschaft. Aus länglichen Erdhöhlen, die zweifellos Gräber meinen, kommen ganz unterschiedliche Menschen hervor: alte und junge, Männer und Frauen, einige auch zu zweit. Allen gemeinsam aber ist, daß sie auf die himmlische Erscheinung sehr stark reagieren, in Anbetung, mit Schreck oder in großer Freude. Niemanden läßt das Weltgericht kalt.

Alle Menschen werden hier zum Leben auferweckt. Von einer Verdammung aber ist weit und breit nichts zu sehen. Der Regenbogen ist Zeichen der Gnade Gottes und seines Bundes mit den Menschen (vgl. Gen 9,12-17). Das Gericht Christi heißt nicht Bestrafung, sondern es heißt Ausrichtung: Auch wenn wir in unserem Leben oft an ihm vorbeigegangen sind und ihn nicht erkannt haben, werden wir im Gericht ganz auf ihn ausgerichtet. Wir werden erkennen, wer er ist und welche Bedeutung er für uns hat. In dieser Anerkennung Gottes in seiner Bedeutung für uns ist dann das ewige Leben ganz angekommen bei uns.

Der Matthäusmeister zeichnet sich durch eine Reduzierung der Anzahl der Figuren aus. So fehlen hier gegenüber anderen Darstellungen die fürbittenden Maria und Johannes der Täufer, es fehlen die Apostel als Beisitzer des Gerichts und die Engel mit den Leidenswerkzeugen. Er versucht, alles auf die zentrale Gestalt Christi zu konzentrieren. Dabei sind seine Gestalten aber oft etwas eckig und plump, sie sind nie wirklich schön (1836 wurde der richtende Christus in einem Katalog „ganz misgestaltet" genannt). Aber gerade dadurch hebt sich der Matthäusmeister bewußt von der Kunst seiner Zeit ab. Der sogenannte weiche Stil der Spätgotik hat in ganz Europa zu schönlinigen Darstellungen der Heilsgeschichte geführt. Der Matthäusmeister zeigt dagegen eckige Figuren, die aber ganz einfach sind und durch die Reduktion der Mittel ungeheuer kraftvoll wirken.

Heinz Detlef Stäps
(aus "Magnificat", November 2013,
Verlag Butzon und Bercker Kevelaer)




Resurrección

 

Resurrección de los muertos
Biblia Ottheinrich, Regensburg, hacia 1430

Vivir en Él

Esta imagen se halla en el primer tomo de la Biblia Ottheinrich (hacia 1430), en la que ocupa tres cuartas partes de una página. En las dos página precedentes se encuentra aquel famoso discurso de Jesús del Juicio Final, que nos ha transmitido Mateo (25,31-46). Aquí se describe el comienzo del juicio final: “Así llega el Hijo del Hombre en Su Majestad y todos Sus ángeles con Él. Después se sentará en el trono de Su Majestad.” En consecuencia, la miniatura pintada con un sencillo marco verde, muestra al “Hijo del Hombre” en Su majestad dentro de una mandorla con el fondo azul obscuro. Ésta es en el arte cristiano una forma de aureola que abarca todo el cuerpo.
Pero en esta mandorla se halla Cristo además marcado por un nimbo dorado en la cabeza y por rayos dorados, que salen por detrás de toda Su figura. Además se sienta sobre un arco iris doble, que se engarza en la mandorla coloreada del mismo modo. Cristo lleva una túnica azul violeta, que deja al aire el hombro derecho, así como es visible la herida del costado, de la cual fluye sangre lo mismo que de las cuatro llagas. El Juez del mundo es el Crucificado. “Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza” Ap 5,12. Mediante la mano derecha el Juez pronuncia la palabra salvadora de la vida Su mano izquierda está suspendida sobre la humanidad protegiendo. A los dos lados aparecen dos ángeles procedentes de arriba suspendidos a cada lado, que, con enormes trombones, dan la señal del comienzo del nuevo mundo. Todo esto sucede ante un fondo rojo sangre cubierto con sarmientos dorados. 

Llama la atención que todos estos detalles no sean mencionados en el discurso de Jesús sobre el Juicio Final en Mt 25. Proceden de las tradiciones iconográficas de la representación del Juicio Final: por ello, el pintor se ha servido de ellos de forma tan natural. La parte inferior de la miniatura se distancia aún más del texto bíblico. Pues no se ve aquí nada de los pueblos, que son convocados ante el Juez y que los separa a unos de otros como el pastor separa a las ovejas de los carneros. En lugar de eso, vemos un paisaje desértico. De grutas alargadas que, sin duda, parecen tumbas, surgen personas muy diferentes: hombres y mujeres viejos y jóvenes, solos o de dos en dos. Pero es común a todos que reaccionen ante la aparición celestial con gran intensidad, en adoración, con susto o con gran alegría. El Juicio Final a nadie deja frío.

Aquí todas las personas son despertadas a la vida. Pero no se ve nada a lo ancho ni a lo largo de una condenación. El Arco Iris es símbolo de la gracia de Dios y de Su Alianza con los seres humanos (Gn 9,12-17). El Juicio de Cristo no significa castigo sino que se trata de orientación: Aún cuando nosotros en nuestra vida con frecuencia hayamos pasado por alto de Él y no Le hayamos reconocido, en el Juicio seremos totalmente orientados hacia Él. Reconoceremos quién es Él y qué significado tiene para nosotros. En esta aceptación de Dios en su significado para nosotros es acogida totalmente la vida eterna en nosotros.

El Maestro de Mateo se distingue por una reducción del número de personajes. Aquí faltan, frente a otras representaciones, los intercesores María y Juan Bautista, faltan los Apóstoles como asesores del Juicio y los ángeles con los instrumentos de la Pasión. El pintor intenta concentrar todo en la figura central de Cristo. Pero sus figuras son a menudo angulosas y toscas, nunca son verdaderamente hermosas (en 1836 el Cristo que juzga fue considerado en un catálogo como “deforme”). Pero el Maestro Mateo se eleva conscientemente desde el arte de su época. El llamado estilo blando del gótico tardío ha conducido a toda Europa a representaciones de la Sagrada Escritura “dulzonas”. Por el contrario el Maestro de Mateo presenta figuras angulosas, pero que son muy sencillas y actúan mediante la reducción de los medios de forma enormemente vigorosa.

Heinz Detlef Stäps
(del Magnificat, Nov 2013)
Verlag Butzon und Bercker Kevelaer