“Ad Lucem”

 


Ninguna de estas grandes curvaturas de papel
se parece a otra.
Cada una está configurada de forma única
mediante una técnica especial de rasgado.
Y, sin embargo, las une algo:
Más o menos en el centro de cada curvatura
la artista ha hecho “agujeros” grandes, más pequeños
y de forma muy diferente.
Las curvaturas están alienadas
de forma tupida unas tras otras
y, de este modo, se genera algo así
como un espacio interior semejante a una cueva,
más exactamente una especie de “túnel”.

Para nosotros es familiar el modismo
“luz al final del túnel”
como expresión de nuestra esperanza,
que incluso entonces no muere,
aunque todavía no se pueda ver
aquella luz a consecuencia de las curvas del túnel.

Pero, en este caso, el propio túnel no es obscuro,
ya que la escultura en conjunto a consecuencia de su material
y también a consecuencia de la equidistancia entre los pliegos de papel
es permeable a la luz.
Así se genera una especie de luz difusa,
que le da al espacio interior del “túnel”
un carácter muy peculiar.
.
Tomemos el camino a través del túnel
como un símbolo para nuestra vida.
Entonces éste no es sólo iluminado desde la meta,
por consiguiente, desde “la luz al final del túnel”.
Más bien se podría interpretar
que este camino está iluminado de forma muy propia
por la luz de la gracia de Dios que nos acompaña.
Expresado de otra forma – Dios mismo es por antonomasia la Luz,
que está con nosotros en el camino –
aunque nosotros no podamos “agarrar” Su presencia en experiencias concretas.

Acto seguido caigo en la cuenta de que
este agitado camino de arriba a abajo por la cueva de papel
conduce a la postre “hacia arriba”
y va a parar finalmente a la vidriera del coro de la Crucifixión de Cristo.
Así se aclara al creyente, como mínimo,
por donde se proporciona la luz al final del túnel:
por Cristo crucificado y resucitado.

Se podría llegar a una interpretación muy diferente del “túnel”,
si uno se coloca en la cabecera de la escultura,
con la vista puesta en la entrada del túnel.
De esta forma da la impresión de una oreja.
Así puede surgir el pensamiento de un conducto auditivo.
Entonces yo quisiera escuchar el mensaje
que se puede oír aquí.
¿Quizás es de nuevo el mensaje curativo
de la Cruz de la vidriera del coro?
Naturalmente me llama la atención – quizás en primer lugar –
la ligereza de la instalación suspendida en el espacio.
Ciertamente actúa en contraste con las “pesadas”
columnas y bóvedas, incluso en una iglesia gótica.

Esta figura en apariencia tan sumamente ligera
y, al mismo tiempo, vibrante,
además parece estar en movimiento,
lo cual es incluso verdad si le da un soplo de viento.
De nuevo este “movimiento” actúa en contraste,
de modo comparativo, con la estática inmóvil de la arquitectura.
¿Verdaderamente no gana nuestra vida una cierta ligereza,
cuando estamos convencidos por la fe
de que ¡Dios está aquí! ¡Él está aquí por mí!
Él me lleva cuando mi camino se hace difícil.
¿Y no se convierte esta ligereza en una ligereza sublime
cuando nos dejamos tocar por el “hálito del Espíritu”?

Todavía una última asociación:
Esta escultura que se balancea –
podría ser un acordeón tocado dinámicamente por una mano invisible.
Ligereza y alegría dinámica puede también caracterizar
la música que él crea.
Merece la pena escuchar esta música en el silencio de la Iglesia.
Cada uno puede percibirla de forma diferente –
quizás incluso como música esférica o “celestial”.
Está totalmente permitido,
dirigir al mismo tiempo una mirada
a la patrona de la música eclesial,
Santa Cecilia, que está representada debajo con un pequeño órgano
en la vidriera de la Crucifixión.

Así se realizaría una conexión entre dos elementos
que son muy importantes para Sankt Peter:
arte y música.
Ambos al servicio del mensaje del Evangelio,
y ambos como impulso para una respuesta orante
a este mensaje.